Un aspecto
a tener en cuenta en estos tiempos contemporáneos es la supervisión efectiva.
Muchos de los casos de morosidad se deben a una deficiente labor de análisis en
el otorgamiento del crédito. Es verdad que hay excesiva liquidez en la mayor
parte de las instituciones financieras que deben ser colocadas en el corto
plazo, pero también es real que no se puede otorgar créditos a sola firma.
Muchas
pequeñas empresas fracasan por el éxito. No analizan las consecuencias del
emprendedorismo y por lo tanto fallan, quedando expuestos a créditos de las
organizaciones cooperativas e incluso, de las microfinancieras. Las empresas
quiebran por no interesarse en sus clientes.
El éxito
es de todos, pero el fracaso es de uno. Se necesita conocer las competencias de
los clientes.
¿Qué pasa
cuando quiebra una empresa o un cliente deja de pagar? Obviamente cae en
morosidad y eso es ya un problema para la cooperativa. Recuperar un crédito es
muy trabajoso y costoso también.
Hay
créditos vigentes, refinanciados, vencidos y judiciales. Se debe evitar caer en
las dos últimas acepciones. Generalmente clasificamos al crédito del deudor
como normal, CPP (con problemas potenciales), deficiente, dudoso y pérdida.
Para
comprender mejor el mundo de las cobranzas y ver qué estrategias se deben
aplicar, es necesario saber a qué tipo de riesgo se exponen el cliente y la
cooperativa.
Comúnmente
se cree que el otorgamiento de un crédito está solamente en el ámbito de los
riesgos crediticios. No es así. Por ejemplo, también están en el grupo de los
riesgos de mercado. ¿Por qué razones? Primero, porque hay un riesgo por la tasa
de interés. En segundo lugar por el riesgo del precio, luego por el riesgo
cambiario y finalmente por el de liquidez.
Asimismo,
está el riesgo operacional. De ahí las razones porque el acuerdo Basilea I y II
se preocupan por estos riesgos, no solamente para los bancos, sino que también
se puede aplicar a las finanzas populares. Incluso Basilea III incide mucho en
el tema de la liquidez. El cooperativismo tiene que cambiar con respecto a cómo
percibe el riesgo.
Por esa
razón, en el ámbito de las recuperaciones tampoco se puede mezclar la
tecnología crediticia y las estrategias de cobranzas. La cobranza es parte
integral del ciclo de crédito. Hay quienes creen que es la parte final del
ciclo, pero en realidad es transversal a todo el proceso crediticio.
No
olvidemos que tener portafolios de clientes con atrasos o incobrables es parte
del negocio financiero. El problema radica cuando este porcentaje sobrepasa a
los límites esperados. Aunque considerado como el paso final en el ciclo del
crédito, en realidad la cobranza juega un rol más integral en este proceso.
La cobranza
es un importante servicio que permite el mantenimiento de los clientes al igual
que abre la posibilidad de volver a otorgar un crédito. Es decir, es un proceso
estratégico y clave para generar el hábito y la cultura de pago en los
clientes.
Tenemos
muchas veces la creencia que la morosidad se presenta cuando el cliente deja de
paga puntualmente su cuota, pero eso no es así. El problema está antes. Precisamente
en el proceso previo de la evaluación, ahí se encuentra muchas veces el
problema. No se trata de prestar por prestar, sino tener la firma convicción
que el cliente pagará sus créditos. Para ello hubo un proceso de análisis y
evaluación del cliente.
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