jueves, 5 de septiembre de 2019

GESTIÓN INCLUSIVA DE LAS MICROFINANZAS EN EL PERÚ

El autor de la nota.
Por César Sánchez Martínez / LIMA

A pesar de la contracción económica, paralización de obras públicas y menor inversión privada, el país pasa por un momento económico bueno, si nos comparamos con otras naciones de la región. Según las cifras macroeconómicas la situación está “estable”, aunque la realidad en determinados sectores revele lo contrario, especialmente en zonas altoandinas y comunidades étnicas, donde la pobreza se mantiene aún en niveles de subsistencia. Si bien es cierto que el nivel de pobreza se ha reducido y la extrema pobreza registre porcentajes auspiciadores, aún hay sectores rurales donde las microfinanzas tienen un gran desafío. En el rubro de las microfinanzas, el Perú es uno de los líderes en América Latina. Durante nueves años se mantuvo en el primer lugar, pero tuvo que ceder su posición a Colombia desde el año pasado.

En diversos foros nacionales e internacionales, se habla de la inclusión financiera y social. Las microfinanzas están alcanzando altos niveles de crecimiento y penetración social y se ha convertido en el principal indicador de la economía peruana. Aunque no tiene el respaldo gubernamental como debería ser, si lo tiene del sector privado que está asumiendo el reto de darle valor agregado al desarrollo social del país.
La industria microfinanciera es la vedette de la economía emergente, muchos aún ignoran el rol social de las microfinanzas. La industria microfinanciera no sólo es financiamiento para la pequeña y microempresa. Tiene que ver con los diversos tipos de tecnología crediticia, facilidad en el acceso al crédito, rapidez en el servicio al cliente, financiamiento de capital de trabajo, garantías, redes empresariales, asociatividad empresarial, adecuados controles internos y administración de riesgos empresariales. Es un conjunto integral de acciones que tienen por finalidad incluir a las mayorías nacionales y pobres al desarrollo social.
Pero, también la industria microfinanciera está vinculada con la evaluación, capacidad y voluntad de pago, así como el seguimiento y control de la morosidad y de los créditos mismos. Pero todo ello carecería de importancia, si los microcréditos no están contribuyendo con la erradicación de la pobreza y la generación de mayores empleos, y si la gente no tuviera un mejor bienestar social.
La experiencia de las cajas municipales de ahorro y crédito, cajas rurales, cooperativas de ahorro y crédito, financieras, empresas de desarrollo de la pequeña empresa (EDPYME) y diversas organizaciones no gubernamentales es vital para entender a ciencia cabal qué es la industria microfinanciera y cómo se articula con el desarrollo del país.
Si sólo tomamos como ejemplo, la experiencia de las cajas municipales, observaremos la importancia que tienen en el desarrollo de miles de empresas. La existencia de las cajas ha sido muy positiva en la promoción y desarrollo del empresariado vinculado a la micro y pequeña empresa en sus inicios, pero también en la mediana empresa en la actualidad.
No debemos olvidar que las cajas municipales están vinculadas a la historia del empresariado emergente peruano. Son las CMAC las que formalmente otorgan el microcrédito a emprendedores que no tenían acceso al financiamiento formal. También, gracias al esfuerzo y asesoramiento de las cajas, estos emprendimientos se convirtieron con el tiempo en pequeños y medianos negocios, algunos de los cuales han pasado las fronteras como empresas transnacionales.
Por esas razones, mientras en grandes foros empresariales y académicos se trata de entender el rol de la inclusión social en el ámbito de la industria microfinanciera, este concepto ya ha sido desarrollado en varias de sus facetas en el Perú.
Con las microfinanzas, en el hogar donde había pobreza ahora hay un negocio. Donde se generaba la pérdida de trabajo como resultado de la privatización, ahora hay empleos sostenibles. Donde había informalidad y hasta contrabando, ahora existe una empresa formal que paga tributos e impuestos. Donde había un micronegocio en esteras, ahora hay un negocio de material noble. Donde los jóvenes no tenían oportunidades de estudios, ahora hay títulos y diplomas de educación superior. Donde había enfermedades, ahora existe gente con ganas de vivir para sacar adelante el negocio.
Basta darse una vuelta por los complejos empresariales de Gamarra, Parque Industrial de Villa El Salvador, Mesa Redonda, Barrio Chino, Polvos Azules, Mercado Ciudad de Dios, Mercado de Magdalena, Zona industrial de Infantas, Lima Norte, Negocios de la Carretera Central en Ate Vitarte, El Porvenir en Trujillo, mercados de artesanos en Cusco, Ayacucho y Arequipa, zona comercial de Chiclayo, Trujillo y Piura, mercados de Huancayo, negocios Unicachi de Puno, entre otros, para convencerse que la inclusión social en su etapa inicial ya se inició en el Perú, y no con el financiamiento de la banca comercial, sino con las cajas municipales, cooperativas de ahorro y crédito y otras entidades microfinancieras.

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